Una vez iniciada, la resignación, también llamada
transición, es una cuestión de vida o muerte para la transexual. No se hace
para gratificación sexual, ni para el escándalo de los demás. Sin embargo, los
cambios físicos dramáticos de transición pueden asombrar y asustar a los que
conocen a la persona. También hay muchas cuestiones prácticas, como qué nombre
utilizar, cómo explicarlo todo a la familia y a los amigos. Puede parecer que
hay que pasar por un sinfín de peligros y trauma.
Un problema mayor es que a los amigos y seres queridos
siempre les cuesta trabajo “soltar” a la antigua persona, y “volver a conocer” a la nueva persona. Si
la nueva persona tiene restos fuertes de la antigua, es posible que los demás tarden
en aceptar el nuevo género de la transicionista. Si los restos son débiles y la
antigua persona parece haber desaparecido, es posible que odien intuitivamente
a la nueva persona por haber “matado” a la antigua.
Muchas personas pierden todo contacto con sus seres
queridos, familia, parientes y amigos pre-transición, y tienen que empezar de
nuevo para encontrar amigos, compañeros y amor después de la transición (por
cierto, esta fue la experiencia de Lynn durante su transición). Mientras más
cerca de tí estuvo alguién antes de la transición, más fuerte será la imágen
que tendrá de tu identidad anterior, y lo más probable es que rechace por
completo “tu nueva persona” durante y después de la transición.
También, los cambios en la apariencia física que resultan de
la terapia de hormonas y la cirugía pueden ser tan profundos como para causar
agudos conflictos internos en los demás. Por ejemplo, algunos varones verán la
persona al inicio como “un hombre en un vestido” y se burlarán de “él,” pero un
año después sentirán una angustia interna cuando su subconsciente empieza a
reaccionar a la transexual, cada vez más feminizada, como una mujer sexualmente
atractiva. Otras personas simplemente no “verán” los últimos cambios y seguirán
pensando en la persona como “un hombre en un vestido,” y así se convierten en
el blanco de curiosidad y de reprimiendas cuando se equivocan groseramente en
el uso de los pronombres (por ejemplo, referirse a ella como “él” todo el
tiempo, cuando todos los demás ahora ven “ella”).
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