domingo, 24 de enero de 2016

Identidad de género

Una vez iniciada, la resignación, también llamada transición, es una cuestión de vida o muerte para la transexual. No se hace para gratificación sexual, ni para el escándalo de los demás. Sin embargo, los cambios físicos dramáticos de transición pueden asombrar y asustar a los que conocen a la persona. También hay muchas cuestiones prácticas, como qué nombre utilizar, cómo explicarlo todo a la familia y a los amigos. Puede parecer que hay que pasar por un sinfín de peligros y trauma.
 
Un problema mayor es que a los amigos y seres queridos siempre les cuesta trabajo “soltar” a la antigua persona,  y “volver a conocer” a la nueva persona. Si la nueva persona tiene restos fuertes de la antigua, es posible que los demás tarden en aceptar el nuevo género de la transicionista. Si los restos son débiles y la antigua persona parece haber desaparecido, es posible que odien intuitivamente a la nueva persona por haber “matado” a la antigua.
 
Muchas personas pierden todo contacto con sus seres queridos, familia, parientes y amigos pre-transición, y tienen que empezar de nuevo para encontrar amigos, compañeros y amor después de la transición (por cierto, esta fue la experiencia de Lynn durante su transición). Mientras más cerca de tí estuvo alguién antes de la transición, más fuerte será la imágen que tendrá de tu identidad anterior, y lo más probable es que rechace por completo “tu nueva persona” durante y después de la transición.
 
También, los cambios en la apariencia física que resultan de la terapia de hormonas y la cirugía pueden ser tan profundos como para causar agudos conflictos internos en los demás. Por ejemplo, algunos varones verán la persona al inicio como “un hombre en un vestido” y se burlarán de “él,” pero un año después sentirán una angustia interna cuando su subconsciente empieza a reaccionar a la transexual, cada vez más feminizada, como una mujer sexualmente atractiva. Otras personas simplemente no “verán” los últimos cambios y seguirán pensando en la persona como “un hombre en un vestido,” y así se convierten en el blanco de curiosidad y de reprimiendas cuando se equivocan groseramente en el uso de los pronombres (por ejemplo, referirse a ella como “él” todo el tiempo, cuando todos los demás ahora ven “ella”).

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